Mi mente siempre navegó mas rápido de lo que los adultos cercanos pudieran ver pues siempre estaba viendo algo diferente de lo que era la realidad. A mi padre siempre le dijeron que era muy fantasioso, que eso me perdería y que no era sano en un niño de mi edad, que tenía que madurar. En clase era muy común que me hablara la maestra y que yo no entendiera lo que me estaba diciendo. Una vez mandaron a llamar a mi padre para informarle muy "apenadamente" que su hijo el segundo varón de su estirpe, tenia un retraso mental y que necesitaba educación especial, misma que en esa escuela no podían darme pues era para "niños normales". Afortunadamente mi padre que nunca fue un hombre que se creyera lo que le decían, investigó y me llevó a lo que entonces se conocía como IMPI y me hicieron las pruebas necesarias, sólo para llegar a la conclusión de que era un niño completamente normal con un coeficiente intelectual propio de mi edad, pero con una capacidad de abstracción y fantasía mas grande de lo que yo mismo entendía. Y sí, entre tantos recuerdos, tengo varios llenos de confusión además era altamente impresionable y cualquier cosa que me dijeran o me enterara yo me lo creía. Por años enteros creí que lo que cuenta Dante Alighieri en "La divina comedia", fue algo cierto, leer cosas que no tenían que ver con mi edad era entonces muy peligroso... y quitarme de la cabeza al innombrable devorando a Judas una y otra ves, fue algo que me persiguió por las noches, hasta bien entrada mi adolescencia. Con todo esto y después de los exámenes aplicados, regresé a la escuela "Domingo Faustino Sarmiento" auspiciada por la República de Argentina, como un niño más, con la salvedad y la consigna de no dejarme fantasear ni quitarme los ojos de encima. Era fácil vigilarme, aún a la hora del recreo, pues siempre estaba metido con la Bibliotecaria; la Srita. Ma. Luisa, en su oficina, hablando del último libro que leía y que al parecer no se daban cuenta, avivaba mi mundo interno, y la irrealidad en la que vivía. Mis dibujos y cosas en plastilina, daban cuenta de todo eso.
Cerca de la casa, unos vecinos habían hecho
la primera comunión, y yo que era un "imita monos" como decía mí mamá, quise
hacer lo mismo, así que mi primer acercamiento con la Biblia, fue cuando tenía
9 años. Cuando en mi inquietud leí el Apocalipsis de Juan, ver, literalmente, a los Ángeles
abriendo las puertas del cielo para que saliera el hijo de Dios, y digo ver
porque al leerlo así parecía, fue algo
que me impacto muchísimo. Noches enteras no cerré los ojos pues ahí estaban las
imágenes y veía claramente como si fuera un vídeo, como las nubes eran separadas por
los Ángeles del Señor, para luego a lo lejos y en todo lo alto aparecía Jesús
con sus manos sangrantes y su cuerpo maltratado. Destruyendo al mundo y a todo
lo que en el vivía, por pecadores y mal sanos.
En la Iglesia de Santa Inés,
donde cada domingo íbamos algunos amigos
de mi calle a disque a oír misa estaba un cristo que sangraba y lloraba, recuerdo que
uno de mis amigos me dijo que estaba llorando porque el mundo se acabaría en el
año 2000, y aunque estábamos en 1976 al sacar
mis cuentas y ver que estaría vivo para entonces, me entró tal miedo que
no dormí por mucho tiempo. Una vez le pregunte a mi mamá que si esto era cierto
y me dijo que el mundo se acababa cuando tú te morías. Entonces sí, el mundo
terminaba, pero para lo vivos las cosas seguían igual. Años mas tarde
efectivamente en el año 2000 el mundo terminó para mi madre y en gran parte
también para mí. Pero en ese entonces no
entendí las palabras de ella y seguí con mis miedos, así que un buen día, le
pregunta al sacerdote que estaba en el confesionario de la iglesia si esto era
cierto, y el me contesto con una pregunta -¿Cuántos años han pasado desde que
Dios creo al hombre?..., miles -dijo- y el mundo
no se ha acabado nunca, seguro van más de 2000,
¿no?. Esto fue suficiente para entender que el mundo seguiría, a pesar de
que no estuviéramos nosotros y eso me tranquilizo.
Ahora que he crecido, es increíble que gran
parte de mi niñez estuviera más preocupado por las cosas existenciales que por
vivir una vida de juegos y nada más, no me di cuenta que sería niño sólo una
ves en mi vida. Y me la pase preguntándome tontería y media que además muchas, nunca tuve respuesta y que
actualmente las que la tienen no me satisface en nada.
Alguna ves mientras
estaba en mi recámara, me di cuenta que
fuera de ella estaba mi casa, y afuera
estaba la calle, y como si desde un avión pudiera verlo, fuera de la calle estaba la colonia, la
ciudad, el país, el mundo, el universo y,... nada más, cuando pensé esto me
dolió la cabeza y a quienes le pregunté no sabían que responderme. Pensar en la
nada me asustó más que pensar que había otras civilizaciones y ya la idea misma
me perturbaba.
La oscuridad, los vampiros, los
licantropos, y todas las leyendas
mexicanas formaron parte de mis fantasías y mis miedos. Ser mordido por un
vampiro y obtener el poder de la transformación, me asustaba tanto que me
gustaba al mismo tiempo y tener la posibilidad de ser uno de ellos, me atraía enormemente, pero
el coqueteo con el "Señor de las tinieblas" como decían en las películas de vampiros de mi tio Abel, no me gustaba nada.
Los libros, las ilustraciones el cine y en
mucho la televisión alimentaron mi mundo onírico, para desgracia de los
maestros de mi infancia, que jamás pudieron quitarme la fantasía, No lograron nunca, que me gustara el
fútbol ni que me interesara en lo que los demás estaban interesados... ni algo parecido a eso. Por
fortuna y pesar para mí, conserve lo mejor de mi niñez, aunque ello me haya aislado cada vez más y me llene de soledad... La capacidad de asombro y la
fantasía, siguen presentes en mi vida y aunque ésta diferencia jamás he logrado disfrutarla del todo, está más que comprobado, maestra Chabelita, que no tengo retraso
mental.
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