sábado, 2 de agosto de 2014

Mi mente infantil


Mi mente siempre navegó mas rápido de lo que los adultos cercanos pudieran ver pues siempre estaba viendo algo diferente de lo que era la realidad.   A mi padre siempre le dijeron que era muy fantasioso, que eso me perdería y que no era sano en un niño de mi edad, que tenía que madurar. En clase era muy común que  me hablara la maestra y que yo no entendiera lo que me estaba diciendo. Una vez mandaron a llamar a mi padre para informarle muy "apenadamente"  que su hijo el segundo varón de su estirpe, tenia un retraso mental y que necesitaba educación especial, misma que en esa escuela no podían darme pues era para "niños normales". Afortunadamente mi padre que nunca fue un hombre que se creyera lo que le decían, investigó y me llevó a lo que entonces se conocía como IMPI  y me hicieron las pruebas necesarias, sólo  para llegar a la conclusión de que era un niño completamente normal con un coeficiente intelectual propio de mi edad, pero con una capacidad de abstracción y fantasía mas grande de lo que yo mismo entendía. Y sí, entre tantos recuerdos, tengo varios llenos de confusión  además era altamente impresionable y cualquier cosa que me dijeran o me enterara yo me lo creía. Por años enteros creí que lo que cuenta Dante Alighieri en "La divina comedia", fue algo cierto, leer cosas que no tenían que ver con mi edad era entonces muy peligroso...  y quitarme de la cabeza al innombrable devorando a Judas una y otra ves, fue algo que me persiguió por las noches, hasta bien entrada mi adolescencia. Con todo esto y después de los exámenes aplicados, regresé a la escuela "Domingo Faustino Sarmiento" auspiciada por  la República de Argentina, como un niño más, con la salvedad y la consigna de no dejarme fantasear ni quitarme los ojos de encima.  Era fácil vigilarme, aún a la hora del recreo, pues siempre estaba metido con la Bibliotecaria; la Srita.  Ma. Luisa, en su oficina, hablando del último libro que leía y que al parecer no se daban cuenta, avivaba mi mundo interno, y la irrealidad en la que vivía. Mis dibujos y cosas en plastilina, daban cuenta de todo eso.

Cerca de la casa, unos vecinos habían hecho la primera comunión, y yo que era un "imita monos" como decía mí mamá, quise hacer lo mismo, así que mi primer acercamiento con la Biblia, fue cuando tenía 9 años. Cuando en mi inquietud leí el Apocalipsis de Juan, ver, literalmente, a los Ángeles abriendo las puertas del cielo para que saliera el hijo de Dios, y digo ver porque al leerlo así parecía,  fue algo que me impacto muchísimo. Noches enteras no cerré los ojos pues ahí estaban las imágenes y veía claramente como si fuera un vídeo, como las  nubes eran separadas por los Ángeles del Señor, para luego a lo lejos y en todo lo alto aparecía Jesús con sus manos sangrantes y su cuerpo maltratado. Destruyendo al mundo y a todo lo que en el vivía, por pecadores y mal sanos. 

En la Iglesia de Santa Inés, donde cada domingo íbamos algunos  amigos de mi calle a disque a  oír misa estaba un cristo que sangraba y lloraba, recuerdo que uno de mis amigos me dijo que estaba llorando porque el mundo se acabaría en el año 2000, y aunque estábamos en 1976 al sacar  mis cuentas y ver que estaría vivo para entonces, me entró tal miedo que no dormí por mucho tiempo. Una vez le pregunte a mi mamá que si esto era cierto y me dijo que el mundo se acababa cuando tú te morías. Entonces sí, el mundo terminaba, pero para lo vivos las cosas seguían igual. Años mas tarde efectivamente en el año 2000 el mundo terminó para mi madre y en gran parte también para mí.  Pero en ese entonces no entendí las palabras de ella y seguí con mis miedos, así que un buen día, le pregunta al sacerdote que estaba en el confesionario de la iglesia si esto era cierto, y el me contesto con una pregunta -¿Cuántos años han pasado desde que Dios creo al hombre?..., miles -dijo-  y el mundo no se ha acabado nunca, seguro van más de 2000,  ¿no?.  Esto fue suficiente para entender que el mundo seguiría, a pesar de que no estuviéramos nosotros y eso me tranquilizo.

Ahora que he crecido, es increíble que gran parte de mi niñez estuviera más preocupado por las cosas existenciales que por vivir una vida de juegos y nada más, no me di cuenta que sería niño sólo una ves en mi vida. Y me la pase preguntándome tontería y media que además muchas,  nunca tuve respuesta y que actualmente las que la tienen no me satisface en nada. 

Alguna ves mientras estaba en  mi recámara, me di cuenta que fuera de ella estaba mi casa,  y afuera estaba la calle, y como si desde un avión pudiera verlo,  fuera de la calle estaba la colonia, la ciudad, el país, el mundo, el universo y,... nada más, cuando pensé esto me dolió la cabeza y a quienes le pregunté no sabían que responderme. Pensar en la nada me asustó más que pensar que había otras civilizaciones y ya la idea misma me perturbaba.

La oscuridad, los vampiros, los licantropos,  y todas las leyendas mexicanas formaron parte de mis fantasías y mis miedos. Ser mordido por un vampiro y obtener el poder de la transformación, me asustaba tanto que  me gustaba al mismo tiempo  y tener la posibilidad de ser uno de ellos, me atraía enormemente, pero el coqueteo con el "Señor de las tinieblas" como decían en las películas de vampiros de mi tio Abel, no me gustaba nada.


Los libros, las ilustraciones el cine y en mucho la televisión alimentaron mi mundo onírico, para desgracia de los maestros de mi infancia, que  jamás pudieron quitarme la fantasía,  No lograron nunca, que me gustara el fútbol  ni que me interesara en lo que los demás estaban interesados... ni algo parecido a eso. Por fortuna y pesar para mí, conserve lo mejor de mi niñez, aunque ello me haya aislado cada vez más y me llene de soledad... La capacidad de asombro y la fantasía, siguen presentes en mi vida y aunque ésta diferencia jamás he logrado disfrutarla del todo, está más que comprobado,  maestra Chabelita, que no tengo retraso mental.